En nombre de la Belle Epoque
“L a Perla del Atlántico”… “La Felíz”… “Mar del Plata”… fue soñada, creada, habitada por hombres y mujeres con ilusiones absolutamente disímiles. Por un lado quienes pretendían recrear las construcciones francesas, convertir la región en un espejo de la opulencia europea, un balneario selecto, refinado, único. En otro lado los que se arremangaban en las casitas de adobe, inmigrantes en la búsqueda del sustento para sus familias. Y un común denominador: las esperanzas, las expectativas, los ojos puestos en estas tierras originalmente habitada por otros pueblos, otros sueños… Con el correr de los años se sostuvo a través de las generaciones esas dos caras de una misma ciudad: quienes la querían para vivir, para trabajar y quienes querían promocionarla como destino turístico. En pos de eso trabajaron más o menos pero con ahínco. Quienes tuvieron en sus manos los accesos a los cambios más radicales seguramente fueron aquellos...