En nombre de la Belle Epoque

     “La Perla del Atlántico”… “La Felíz”… “Mar del Plata”… fue soñada, creada, habitada por hombres y mujeres con ilusiones absolutamente disímiles. Por un lado quienes pretendían recrear las construcciones francesas, convertir la región en un espejo de la opulencia europea, un balneario selecto, refinado, único. En otro lado los que se arremangaban en las casitas de adobe, inmigrantes en la búsqueda del sustento para sus familias. Y un común denominador: las esperanzas, las expectativas, los ojos puestos en estas tierras originalmente habitada por otros pueblos, otros sueños…



     Con el correr de los años se sostuvo a través de las generaciones esas dos caras de una misma ciudad: quienes la querían para vivir, para trabajar y quienes querían promocionarla como destino turístico. En pos de eso trabajaron más o menos pero con ahínco. Quienes tuvieron en sus manos los accesos a los cambios más radicales seguramente fueron aquellos allegados al poder económico, político.

     En nombre del progreso, del crecimiento, de hacer y rehacer la ciudad se tiraron verdaderas obras de arte, se hicieron y rehicieron ramblas, paseos, edificios… Negocios, pujas entre el poder y el no poder, entre el altruismo y el egoísmo, entre demostrar que se hizo algo para “ser mejores” sin importar las obras para quienes viven en la ciudad. Hubo de todo: gente que construyó escuelas y una Mar del Plata con una fuerte apuesta cultural y gente que dejó caer lo hecho. Una biblioteca “modelo” y un “modelo” de abandono. Una planta de afluentes y un depósito de desechos absolutamente superado en su capacidad. La falta de continuidad con los proyectos de fondo y la apuesta a lo superficial, a la imagen para el turista que cada vez elige menos este rincón del país.

     Más allá de las estadísticas la realidad es que este año las obras de teatro con figuras nacionales eligen Carlos Paz como destino veraniego. El turismo cada vez se restringe más a “caminar y tomar helado”. Sí Mar del Plata ahora es una ciudad “grasa” que chorrea grasa por todos los rincones ante los ojos de la opulencia porteña, que hoy no la elige como en la Belle Epoque. ¿Esto es malo?

     Con la vista puesta en el vaso medio lleno puede convertirse en una chance para una introspección, para crecer hacia adentro, contra la contaminación de la ciudad, a favor de los barrios anegados por años… Una oportunidad maravillosa para barajar y dar de nuevo… para dejar de venderlo todo a un único postor por temor a ese bajón de “ser grasas”. Asumamos lo que somos, sumemos nuestros recursos, reestructuremos las empresas para que sean realmente “emprendimientos” que apuesten al crecimiento equitativo.

     Una oportunidad para hacer un PROYECTO DE CIUDAD. Plantear desde la educación qué es lo que se necesita y convertirlo en una apuesta equitativa con un balance de propuestas en lo económico, político y social. Así de una vez por todas Mar del Plata va a sonreír pero desde adentro. El primer paso es asumirse, mirar alrededor y dirigir las fuerzas donde corresponda no para sostener un poder hegemónico sometido a un poder económico, sino para convertirla de una buena vez en una CIUDAD.

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